Visibilizar y dar voz a nuestras niñas y adolescentes, a sus historias, es uno de nuestros objetivos. Queremos visibilizar aquello que hasta el momento permanece invisible. Esta es la historia de Nuria, una adolecente de 14 años. Puntualizamos que este no es su nombre real, ya que es un caso real, por lo que se vuelve imprescindible proteger su identidad.
Ella es una de las muchas adolescentes que conviven con la etiqueta de "la conflictiva" desde hace más de dos años. Una etiqueta que no viene sola, sino que la acompañan otros términos como "la rara y diferente", por supuesto con connotaciones negativas. Esta situación tiene como resultado que Nuria conviva cada día con la exclusión y el rechazo de sus compañerxs de instituto, el trato diferente de sus profesores; como ella dice:
- "Me tratan como si no existiese o no tuviese capacidad para aprender. Me
hacen sentir como si no hubiese un futuro para mí."
Socialmente, lidia con la etiqueta de "la fracasada". Nuria siente rabia y frustración hacia el mundo, hacia todo y todxs los que la rodean, por ser clasificada como una "cosa". Así lo define ella. Su gran duda es:
- ¿Por qué la sociedad nos clasifica por nuestra actitud o los problemas que tenemos? , ¿Por que nos tienen que rechazar?"
Estas son unas preguntas que Nuria lanza al aire y que todos deberíamos tomarnos el tiempo necesario para cuestionarnos: ¿Por que lo hacemos?
En realidad la respuesta es sencilla. Como sociedad nos acomodamos a descartar lo diferente, lo singular, aquello que no se encuadra dentro de lo que hemos aprendido que es normal o que las cosas deben hacerse del "modo tradicional", que hay que ser buenos, no tener opinión propia y por supuesto no ser un rebelde. Cualquier otro encuadre rompería los esquemas de la comodidad social. En cambio, encasillamos nuestra mente a esa comodidad y normalidad. En consecuencia clasificamos a niñas, adolescentes y jóvenes según lo que hemos aprendido, sin dar espacio para sus diferencias ni estar atentxs a sus porqués.
El resultado sería muy diferente si enfocasemos la atención en lo verdaderamente importante, es decir en ellas, para preguntarnos:
- ¿Por que se comportan de ese modo?
- ¿Qué necesitan?
- ¿Como puedo ayudarla?
Preguntas básicas que caen en el olvido al creer que no es asunto nuestro, que son una causa perdida o que se comportan de ese modo por capricho. Pero ignoramos que no es por capricho, sino una llamada de atención a los que la rodean. Te necesitan! Nos necesitan!
En una de las primeras sesiones le pregunté a Nuria:
- ¿ Por qué has cambiado tu comportamiento?
Ella me confesó:
- Cuando empecé a sentir la falta de mis padres.
Sus padres preocupados por darle lo mejor a su hija, trabajaban muchas horas para que no le faltase nada, pero no se dieron cuenta que ella reclamaba lo más importante: tiempo de calidad y escucha activa. Ya que por falta de tiempo no la escuchaban, no tenían paciencia, no compartían momentos juntos; tampoco valoraban sus miedos, inquietudes, problemas, etc. Esto es lo que Nuria sentía, además de sentir que la única forma de comunicarse era mediante reproches, reprobación y castigos.
Le pregunté a Nuria:
-Si pudieras retroceder en el tiempo para decirles algo a tus padres en el momento que tu cambio de actitud empezó, qué les dirías?
Ella contestó:
- Porqué no me véis? Porque nadie me ve? Porque no le importa a nadie como me siento? Sino le importo a nadie y no sirvo para nada... qué sentido tiene ser la de siempre? Estoy cansada de tener que comportarme como la dura y la borde, pero si soy de otra forma parece que no se dan cuenta que existo. Es tan difícil entender que también tengo algo que decir en mi vida.
Nuria convive con la impotencia, frustración y decepción que siente al no entender porque motivo ella no cuenta, porque su opinión ha dejado de ser relevanta y porque nadie pregunta como se siente o cuales son sus problemas de verdad.
Ella, desde la soledad e incomprensión no sabe como gestionar esta situación. Esto la lleva a pensar que el mundo es un sitio difícil para ella; nuevamente sintiéndose fuera de lugar.
Recordemos que miles de niñas, adolescentes y jóvenes se enfrentan a situaciones nuevas cada día, físicamente, en el ámbito familiar, en el entorno escolar y en el contexto social; situaciones repletas de cambios, que casi nunca comprenden sus porqués, que no saben como encajar, que lugar ocupar, como sentirse o como afrontar.
Vivimos en un mundo de adultos en el que damos por supuesto que las adolescentes y jóvenes están predispuestas para todo, que tienen que saber, entender; que tienen que prepararse para nuestro mundo y que en muchos casos, ya deberían estar preparadas. Olvidamos que lo verdaderamente importante es acompañarlas, escucharlas, mostrarles que hay un lugar para ellas.
Es nuestra responsabilidad poporcionarles la oportunidad, información y herramientas para que sepan gestionarse y comunicarse, para cuidar su salud de forma integral. De este modo podrán hacerlo desde la confianza y no desde la rabia o frustración. Esto es la base de una persona segura y firme en su vida.
Cuando sus padres fueron conscientes de esta situación, entendieron que necesitaban ayuda para cambiar esta realidad actual. Por eso trabajamos durante meses en consulta para que Nuria, se sintiese segura siendo ella misma, aprendiendo a cómo comunicarse, trabajando sobre sus emociones, creando las bases de una autoestima sólida. Sus padres también realizaron cambios. Hoy en día son una nueva familia. Nuria siente que ahora sí puede ser ella, sin miedos.
Quiero agraderles por dejarme compartir su historia y mostrar que el cambio es posible.
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